sábado, 31 de mayo de 2008

El verdadero significado de la palabra “frío”

Una historia que se convierte en pesadilla durante las noches de invierno.

Aún es posible sentir el frío como cala cada parte del cuerpo. Da lo mismo si la puerta está abierta o cerrada. La nula impermeabilidad de la mediagua da como resultado el terrible ambiente. La única solución es dormirse temprano. Así se siente el cuerpo más tibio y de paso se evita que el hambre genere una brutal desesperación.
Esta es la realidad que viven cerca de mil familias temuquenses en los llamados campamentos y el Diario Austral se internó en uno de ellos. Eso, en una de las noches más crudas de lo que va del año. El escogido fue el Recabarren, pero no sólo fue una visita. Vivimos y sufrimos lo que es el frío —casi cero grados esa noche— y la desesperación. También la incomodidad y la frustración, el cómo vestirse, cómo ir al baño. En definitiva, cómo soportar el crudo invierno sumado a la pobreza extrema.
La mediagua escogida fue la de Margarita. Ella cría sola a sus tres hijos (de entre uno a 12 años de edad).
Ella vive sólo de los subsidios del Gobierno que le permiten reunir cerca de 46 mil pesos mensuales. Con esta plata trata de sacar adelante a sus hijos y su vida.
Con este dinero debe comprar alimentos, vestirse a la familia y en realidad sobrevivir. Cuando el precio de todo sube el subsidio... no aumenta.
"Yo he querido trabajar pero el problema es que mi hijo, en el jardín, se enferma mucho. Los otros niños van a la escuela así que están bien. Con este poco dinero vivo y me las arreglo, aunque con los precios ahora sí que pasamos hambre y frío", cuenta Margarita, quien sólo tienen 31 años, ocho de los cuales los ha pasado en el campamento Recabarren.
En el lugar hay un largo pedazo de madera que está introducido a la mitad en una pequeña salamandra. Hay dos sillas, ambas húmedas donde comparte una taza de agua caliente. Sus hijos salen a jugar y el más pequeño se le cuelga del brazo, mientras intenta mantener su casa ordenada aún en pobreza.
Todo está húmedo, todo está mojado. Desde la ropa de los niños hasta las tapas de la cama y se nota. Cada espacio de la casa es transgredido por las bajas temperaturas. "Igual yo prefiero la lluvia que el frío, porque esto es insoportable", reflexiona resignada.
Con sus manos destruye un cerco de madera para que así el fuego no se apague.
A las ocho de la noche los niños han llegado a su casa después de jugar. Sus zapatos están mojados y ellos felices se dirigen al televisor a ver la teleserie de moda. Cerca de las nueve la pesadilla se profundiza. Repentinamente la temperatura comienza a bajar y el fuego a apagarse. La mujer dice que no puede mantenerlo más, que prefiere dormir y no gastar leña, pues también le sirve para hacer comida y no hay plata para comprar más de un palo al día.
Es tanto el frío que es necesario ponerse de pie para no congelarse los pies. Un cigarrillo es una buena compañía, pero afuera la neblina se mezcla con el insoportable humo de las estufas temuquenses. Los niños de las otras mediaguas ya no salen de las casas para no entumirse.
La horas se pasan conversando, pero cuando son un poco más de las 10 de la noche y no hay ni siquiera una braza para calentarse, no queda otra que ir a dormir. Nadie soporta el frío. Nadie.
Por Tania Márquez Kacic

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