lunes, 19 de mayo de 2008

Así pasan un temporal los que menos tienen

Sólo con un corto recorrido, se observa la cara más dramática de esta sociedad... los campamentos.

Lo que está a punto de leer es lo que muchos no desean escribir, ya que prefieren mantener esta realidad oculta en las periferias de las ciudades que supuestamente son prósperas, como Temuco. Prosperidad que deja ver sus flaquezas cuando la naturaleza nos muestra, tenuemente, sus colmillos. Y es que esta naturaleza se ha comportado amigable este otoño, comprendiendo que años anteriores y en esta misma fecha, ya informábamos de inundaciones y voladuras de techos.
El viento y la lluvia de estas últimas horas humedecieron las pocas cosas que pobladores humildes lograron conseguir. "El agua nos robó lo poco que tenemos: la ropa, un colchón. Ahora todo está mojado y siempre es lo mismo, todos los años", relata a lo lejos una vecina del Campamento Araucano, ubicado en el sector poniente, quien no quiso conversar más, ya que asumió que era más importante limpiar el interior de su vivienda.
Diferente fue la postura de Verónica González, una madre soltera y separada del sector. Ella explicó que la lluvia se le filtra por el precario techo de su cocina, que con una simple mirada no era muy difícil prever que ocurriría, ya que se encontraba a bastante maltraer. Pero se adelanta a dar respuesta a la pregunta de rigor: "No. No reparé el techo ya que vivo sola con mis dos hijos pequeños, así es que no tengo a nadie que me ayude".
Su cocina, colindante a su dormitorio, que además hace el rol de living comedor y al que se debe ingresar por el patio, ya que no tiene puerta de conexión desde el interior, está completamente anegada. Justo en el momento de la entrevista, comienza el aguacero y se aprecia el dramatismo de la situación, donde la miseria muestra su peor cara. El agua entraba a borbotones por las rendijas que se dejaban ver con la luz del exterior.
Lamentablemente la situación de Verónica y los suyos no es una excepción... a un par de metros de su casa esta realidad se repite, así como en todo el sector.
Nelly Llanquimán, vecina de Verónica, aseaba la loza en un lavadero ubicado en el patio de su casa y dijo que en su vivienda se volaron las fonolas. "Anoche tuvimos que levantarnos, ya que de otro modo se nos habrían volado todas las planchas, pero eso no evitó que se mojara el dormitorio. Hace tiempo que de la municipalidad amenazaron con traernos fonolas pero aún no vienen", relató con algo de frustración.
A unos metros de las anteriores viviendas estaba Marcelo Villegas. Él presentaba un problema algo más particular. A pesar que la lluvia y el viento le causaron serios trastornos en su humilde vivienda, esto no intimidó a los ratones que según relató: "Son una verdadera plaga, más aún si tienen el aspecto de un león. La verdad es que llegan a dar miedo. Uno está durmiendo y pasan por la cabeza, así que lo que hago es agarrarlos a palos para terminar con ellos", dijo el valiente vecino con sentido del humor, del que casi siempre hace falta en estas ocasiones.
A pesar que de pronto el agua caía como lanzada desde un balde, en uno de los angostos pasajes se aprecia un vecino tirando una pequeña carreta cargada con lo que abundaba en ese momento, agua, pero extraída de un grifo cercano. Su nombre es Luis Pozo y explicó que en su casa no cuentan con el vital elemento, nunca han tenido. "Es para beber, para cocinar, y para lavarse despresado, ya que no tenemos ducha", dijo el esforzado poblador.

Por Guido
Rebolledo C.

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