miércoles, 7 de mayo de 2008

Fritzl y Frankl


Escribe Xavier Echiburú, teólogo.

Viena es una bella ciudad de Europa central situada a orillas del Danubio. Al ser una de las más antiguas del viejo continente, no tuvo mayores problemas para transformarse, a lo largo de los siglos, en cuna de la racionalidad más exquisita. Ahí nació el filósofo Wittgenstein y vivió el mismísimo Mozart. Ahí trabajó y también enseñó el eminente psiquiatra austriaco Víctor Frankl: por eso Viena fue capital musical del mundo y también Meca de la filosofía y del pensamiento psicológico de vanguardia.
En su famoso libro "El hombre en busca de sentido", Frankl describe minuciosamente su pavorosa experiencia como prisionero de un campo de concentración nazi. En esa obra expuso una tesis según la cual, incluso en las condiciones más extremas de deshumanización y sufrimiento, el hombre debe encontrar una razón para seguir adelante. Y sostuvo que esa razón sólo puede estar fundada en su dimensión espiritual: toda una lección moral escrita y concebida desde la experiencia misma del horror.
Joseph Fritzl es, en cierto modo, la otra cara de la moneda. En el subterráneo de su hogar, a pocos kilómetros de Viena, fue capaz de mantener encerrada a su única hija durante más de veinticuatro años, sometiéndola a toda clase de abusos sexuales. El caso policial, cuyos detalles han estremecido al mundo entero, plantea no sólo la crueldad y la insania mental a la que puede llegar un individuo, sino también la aparente complicidad de una comunidad demasiado preocupada de sus propios asuntos, que nunca prestó la más mínima atención a lo que ocurría bajo sus propias narices.
Si un desquiciado de las características de Fritzl pudo deambular por las cercanías de la pacífica y refinada Viena, no hay motivo para suponer que algo semejante no pueda estar ocurriendo muy cerca nuestro en este mismo instante. Cuidar de uno mismo implica necesariamente la preocupación por los demás. Encerrándonos exclusivamente en aquello que sólo nos importa a cada uno no haremos de éste un mundo mejor.

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