lunes, 21 de julio de 2008

Personajes comunes

Escribe Juan Manuel Fierro, académico

Sigue siendo verdad que nunca está más lejos el amor y la paz que en los territorios de la obligación, ni tan cerca como en los caminos de la dádiva.
Quien ama crece y cree. Pero no desespere, me dijo; en algún momento se recuperarán los territorios olvidados. Entonces volverán a temblar los semidioses y las aves se encargarán de recubrir sus estatuas, pintadas con el maquillaje de la falsa admiración. Es la leve esperanza de los seres comunes como Ud. y yo.
Hay convocatoria y pantalla diaria para los que se entienden con obuses o agresiones y para los superficiales que sólo se embriagan de palabras dulces. Ambos son parias que no entienden el lenguaje del corazón, ni respetan los dolores o los silencios del otro. Unos arrollan con sus tanques y los otros con la melosa lengua de sus embelesos confitados. Lo trágico es reconocer que ellos son los que predominan y danzan juntos el tango de la muerte, señaló. Desconfíe de aquel que se lamenta cuanto le hace daño, me dijo, es preferible pincharse los dedos con una flor de cardo, esa belleza no hace otra cosa que defenderse en su precariedad. Distinto es cuanto los mercaderes de la muerte pretenden adularnos con fusiles o los amantes de ocasión pretenden seducirse con flores de plástico. Ahí nuestras horas están contadas.
En estos días jugamos a sobrevivir, me dijo. Nadie sabe donde caerá el próximo misil y cuál de los idiotas apretará primero el botón de su propia inseguridad. Muchos se ofrecen para llevarnos de la oscuridad a la luz, pero debemos desconfiar de su lenguaje y de sus navajas. Por eso saboreo con más deleite la taza de café con mis amigos y trato de recordar la mirada de mis hijos, señaló. Cuando se está en la cuerda floja es mejor recuperar los derechos cotidianos y simples; como la memoria del pan caliente sobre una mesa rústica. Derechos que no se dictan por decretos, ni si inscriben en el falso glamour que no seduce a nadie. Vea Ud. como en medio de los gritos y de las agresiones desesperadas, sigue siendo importante la sutileza de los simples gestos y la sencillez de las palabras cotidianas, que son como una fuerte mano que nos sustenta; la misma que no siempre nos alcanza, pero que sabemos permanente, como la presencia del sol en la retina de los dioses.

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